jueves, 20 de marzo de 2014

El Blues.

Para Emilio, del que aprendí qué es el blues.

Cuando los ojos se te llenan de luces irreales y de letras espúreas parece que no se encuentra la solución a nada en esta vida. Cuando parece que el camino está lleno de polvo empedrado y gris, y sientes que no hay más meta que la desaparición, es entonces cuando necesitas el blues.
Con todos los problemas que te pueden aparecer en el camino, la angustia vital, la muerte de los dioses, el fin de los caminos infinitos... con todo eso, hay que escuchar más blues. 
El blues es capaz de volver los problemas grandes en pequeños, los grita con una sinceridad que ralla en la herida. El blues vuelve tu problema real. Al blues le duele en la guitarra el cuerpo de una mujer y la falta de dinero.
Un blues son dieciocho versos, la mayoría repetidos, son simples. Un blues sirve para poder decir con toda la fuerza del corazón qué es lo que verdaderamente te atormenta, dónde está el problema, y, una vez localizado compartirlo, cantarlo, descubrir que no es solamente tuyo y, al menos, eliminar la soledad. Cuando se es capaz de reconocer que lo único que necesitabas era gritar "oh, dios mío, te has ido y no soy capaz de soportar el echarte de menos", o un "el cielo llora, mira las lágrimas corriendo por mi cara, estaba buscando a mi chica y no sé dónde narices está", de forma sincera, sin ninguna floritura, se consigue llegar a un punto en que la pena ya no es tanta y el blues, por sí mismo, desaparece en una algarabía instrumental. 

Y si no, siempre quedará el bourbon.

sábado, 15 de marzo de 2014

La sequía.

Enclaustrados en mi cuarto: yo y versos nonatos.
No es que cada letra se me clave en las entrañas,
ni que las palabras me sepan a hierro y a sangre.

No es que todo me traiga de un tiempo a esta parte
la brisa descolocada de tus palabras y
tu cuerpo distante y ardiente en la medianoche.

No es que no me atreva a hablar de mis púas y pecados,
ni que traiga a mis palabras la simiente de un
secreto velado y oscuro encarnado en tu ausencia.

No es que en la búsqueda del fruto del bien y del mal
se murió la ciencia en contar todas las estrellas
y no sepa cuando empieza y acaba un verso o poema.

No son las almas perdidas en esta tormenta,
ni la cuenta atrás en esta neolengua secreta,
no es la tenencia de un mensaje en una botella.

Es no querer explotar el mutismo y la rabia
por miedo a que salga el negro veneno salado
y rompa en mil trozos este tiempo de angustia.

Enclaustrados tú, yo y los versos que no nacieron,
estando ocultos en este lejano momento,
esperando que se acabe esta falta de tiempo.

domingo, 9 de marzo de 2014

Epsilon.

Tengo en el pecho marcada
la flor de tu ausencia
me visto con los ropajes oscuros
de no saber encontrarte entre estrellas.

Encuentro insulsa la comida
y el vino me sabe a fuego.
Hay en los ojos de otras mujeres
la llamada al pecado de un muerto.

Entiendo el ciclo del cielo brillante
en las paradas de un desierto sereno.
Me caigo de mi silla de tres patas.
Y el mundo me parece más feo.

Siento rigor corriendo en mis brazos
y la tirantez en los puntos del pecho,
se me ha secado el pozo bien dentro,
se me ha secado la muerte de tus ojos.

La nariz pronto se me habrá helado,
las cuencas dirigen su mirada adentro,
no quiero dejarme caer por la línea
y darme cuenta de que ante mí se abre el silencio.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El que anduvo en la mar.

Estos días azules y este sol de la infancia

te trajeron un limonero y un patio de Sevilla
hasta los campos ideales de la Soria hueca,
la cara y la cruz de tu oriunda tierra,
la estrellada noche en que la mitad 
de tu corazón se convirtió en susurro.

Tu caballito de juguete, tu amor de mozo
y todas las cosas que no supiste si eran sueño.
Hombre de letra y sombrero, muerto de frontera.
El dilema del ser en tu raída chaqueta
y el frío que te cala tras los pasos del camino
corriendo hacia abajo en la espalda.
Soledad de guerra, muerto de frontera,
nudo de ribera en tu memoria de las dos Españas.

Tu voz me llega con el corazón en la garganta,
¡Te mataron a Federico en Granada!
y a la parca te encaminaste, ingrávido y sutil.
Distante del frío y la guerra, muerto de frontera.

Caminante no hay camino,
se hace camino al andar.

martes, 4 de marzo de 2014

Ruta 66

Ante mí se abría interminable cada palmo incesante de carretera. Una brisa suave se deslizaba a través de mis cabellos conforme iba avanzando subido en mi viejo coche deportivo. Arreciaba el polvo y descontrolaba todo alrededor mía.

Caution: objects in the mirror may be closer than they seem to.

La indicación en el espejo retrovisor aclamaba a la precaución, pero la velocidad alcanzaba tal temperatura de vértigo que el sabor del peligro se me escapaba de golpe por las venas. Las nubes tomaban formas inconexas en el cielo y el brillo de algún ente astral se deslizaba a través de ellas como si de un fantasmagórico foco se tratase. Sin embargo, era clara, clarísima. Permitía ver el camino y, ante la amplitud de miras, ver que no hay una conexión entre viaje y destino, siendo tal la evidencia que el corazón se deshace por sí mismo.
La música salía del radiocasette, saltando a la carretera en corcheas suicidas, en síncopas de altura y derrape. No llegaba viva a mis oídos sino con el huracán de su desaparición. Miré al asiento del conductor justo a mi lado. Estaba vacío. Ya iba siendo hora de llenarlo.
La vi venir en el espejo retrovisor. Parecía estar más lejos de lo que en realidad estaba.