lunes, 22 de septiembre de 2014

El demonio.

Sans cesse à mes côtés s'agite le Démon;
II nage autour de moi comme un air impalpable;
Je l'avale et le sens qui brûle mon poumon 
Et l'emplit d'un désir éternel et coupable.
Baudelaire.


En el balcón mirando las estrellas yo y el demonio,
a mi alrededor se revuelve entrando en mi cabeza,
penetra en mi estómago y descansa sobre mis hombros.
Baila encima mía, como un instante más nítido.

En la oscuridad del silencio pasea sus pies de humo,
descalza sus uñas y arañan mis hombros, desenfocando
un prisma sobre las estructuras de mi pensamiento,
arando después las tierras baldías de mi garganta.

Sonríe difusamente cruzando los brazos corruptos,
me dibuja anillos siniestros de fuego en la sien.
Contiene mi aliento esperando que me hunda el pecho,
 retiene el humo en mi cabeza, esperando que lo suelte.

Horada mi voz con escenificada presencia,
cubre mis silencios con su humo sulfúrico,
vierte veneno oscuro de bosque en mis oídos,
y pronuncia veladas tentaciones y amenazas.

Arrugando la voz clava agujas en mi nariz
y le brillan los ojos cuando mi sangre es polvo.
Cuenta uno a uno los astros que tiritan en el cielo,
en el balcón mirando las estrellas yo y el demonio.
     

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Septiembre.

El sol de verano se apaga cada vez más en las farolas de las calles. Andando las recorro bajo los últimos acordes de un atardecer moribundo. Se acaba el verano y ya no es relativo a la niñez sino al abandono que deja en mí este hastío de altas temperaturas. Este falso séptimo mes me abandona con nueve recuerdos por siempre grabados en la memoria. 
A mi vuelta todo habrá cambiado, ya no estarán los gatos cerca de su casa jugando en los tintineos del atardecer derretido. Ya no escucharé amanecer desde la mía a oscuras tras las negras cortinas del sueño. A mi vuelta no sabrán igual tus besos ni me acompañarán los acordes de mi música camino de mi hogar cubierto en la tranquilidad de mi propia libertad. No encenderé la chispa en tu mirada, ni me recorrerá el bálsamo de tu risa, sanando mi mente, cuando te metes en el agua. No habrá más bailes en el infierno, no habrá más formas de mostrar sinceros nuestros cuerpos, envueltos en gruesas capas; ni encuentros fortuitos, soñados en los ojos de las bestias que refrescan la noche.
Y, sin embargo, a mi vuelta, seguirán igual de vivos tus ojos, serán dos gemas engarzadas en el frío del invierno, y podré refugiarme en ellos. Y contarte desde ahí mil millones de historias que nos lleven a un silencio nocturno. Podremos escuchar mil millones de melodías nuevas, darnos, de nuevo, mil millones de besos.
Y sobre todo podremos contarnos, cómo se puede sobrevivir todo este tiempo sin vernos.

martes, 9 de septiembre de 2014

Fuera.

Al agrietarse los muros de la torre de marfil,
las esferas de cristal resquebrajan su diámetro,
recorriéndolas un escalofrío de color de trueno,
conteniéndo la respiración quebrando el pecho.

Al desaparecer las llamaradas que te dan calor
en estructuras de plata como un esqueleto
te cubren finas capas de hielo envueltas en seda
y del payaso que asoma su resorte eres la presa.

De repente, atruenan los fragmentos resquebrajados.

Pétalos de distancia cubiertos por un fragmento helado,
soledad en cubitos, para bebésela de un trago bajo el frío,
cuentas de ábacos difusos atraídos por la caída de un imperio.

Silencios mareados, cubiertos de nieve repleta de sangre,
chocolate disperso sobre la materiadel conocimiento.
Las aguas del río complementan los cauces de la  materia.

La creación de tu propio destino viene dada por el silencio,
continuando la invasión de la imagen del espacio-tiempo,
dando a entender que se acaba este estadio cada vez más muerto.

Una llamarada, una luz cubierta en niebla muestra
un espacio de novedad y experiencias azules,
las cuentas, no importan, solamente se ve
la vivencia fuera de la torre de marfil,
fuera de la ciudad, de la cuna donde crecí.
Fuera de la poesía que normalmente germina en mí.