Su frente elaboró una gota con la emoción y
tensión sobrante, ésta se deslizó por su cara despacio, cayó sobre el cuello
del traje y se evaporó con el calor, empañando el cristal de la escafandra
helada. El viajero ascendió de las aguas después de haber realizado el examen
preliminar de los elementos del planeta. Atmósfera sobrecargada de Metano,
aguas con gran concentración de Carbono. Terreno cubierto de óxidos de metales
en polvo que le daban esa característica apariencia sonrosada bajo la luz débil
de la enana blanca.
La humanidad buscaba nueva casa desde hacía
varios decenios: un cuerpo de élite fracasaba en su exploración planetaria. Dos
semanas de exploración en el mundo rosa y no había encontrado signos de vida,
las lecturas daban a entender que no había posibilidad de ello. Reconocía las
estrellas por el mapa de su nave, pero las constelaciones parecían tan
diferentes... No había forma de reconocer las figuras en ese planeta extraño.
Imaginó la brisa abanicando las palmeras y las olas en su casa. Imaginó el
cuerpo de su mujer acariciando su rostro. Envió los últimos datos a la Tierra
y, cerrando los ojos, sonrió y se quitó el casco.