Se arremolina la carretera delante, como una niebla pesada y espesa. Como si cayesen desde los infiernos los carámbanos de una nieve áspera y naranja. Se arremolina cada matojo verde como si de una pequeña selva árida se tratase. Huele a chirrido de insecto, a óxido de guitarra acústica, al metal de una cuerda cayendo desde su alma hasta las clavijas. Huele al aceite que trae el aire acompañado de un silencio nocturno. Huele a cada uno de tus besos mojados en el ámbar de la noche.
A través de aquí puedo escuchar el silencio, puedo escucharlo todo, puedo oírte susurrar y a los coches crujiendo, enviando ondas en todas direcciones, como grandes emisoras de radio y disturbio, almas enviadas a los infiernos a recorrer eternamente los caminos sin tener ningún destino fijo. Puedo oírlo todo, puedo oirte a ti, oir tus labios abrirse como una flor mojada sobre los míos, refrescando al viajero cansado. Puedo oir el pestañeo de los gatos y creo oír tu corazón latiendo.
Puedo asomarme al abismo de tus ojos, contemplar cómo crece el borde cada vez más hacia mí, ver cómo la distancia se hace cada vez más pequeña y amenaza con tragarme. Cómo camino haciendo equilibrimos con el borde, y se va la carretera, se va la nada y se va todo. Puedo guardar este momento en la memoria, en los carteles llenos de óxido que serán nuestros testigos, en los cristales en las vallas, en las rejas que nos rodean. Puedo guardarlo todo, cómo siento la carretera a través de mí, el vértigo que me da mirar a los ojos al precipicio.
Puedo guardar este instante, cómo desapareceré al acariciar a la carretera, cómo me iré lejos de aquí, extrapolado a las estrellas, lejos del infierno de los carámbanos de nieve áspera, de los chirridos de insecto, de las guitarras y las botellas, los gatos, los coches y la arena.
Y me iré, y en la carretera sólo quedará este instante superpuesto sobre otras ruedas de coches. Y tus ojos de abismo seguirán ahí, y tus besos, pero yo, yo ya me habré ido lejos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario