El sonido estirado se acopla a su límite,
imbuyendo de tranquilidad la umbría
y delicada calma de la noche descalzada.
El olor del jazmín mezclado con vapores,
discerniendo en neblinas la ausente
y potencial dirección del rocío vácuo.
Otras veces el sonido se encoge y arrastra,
iluminando con su sinceridad la corriente
y extrema suciedad del día acostado.
Algunos días los humos de licores,
mezclando debajo de las farolas los pasos
y llantos de los caminantes cotidianos.
Y todos los días me acaricia el blues.
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