No sé por qué he entrado en este pensamiento. Los bucles a los que me voy derivando tras traspasar la frontera de la psicodelia.
La habitación desordenada. Alguna especie de neblina flota sobre el suelo.
No hay dolor.
Un colchón gris, con manchas evoca los momentos en los que crucé la línea y me despegué de todo.
Un ruido lejano, como el humo de un barco resuena a lo lejos, envuelto en los suburbios de un eco.
Mi mente divaga. En círculos. A veces avanza en línea recta sobre una autopista de colores. La luz que se filtra sobre los tablones de las ventanas entra como un rocío de plasma. Un cenicero volcado sobre los haces solares deja las partículas de polvo flotando alrededor.
El ruido.
¿Qué demonios?
La realidad ha vuelto de golpe. Alguien grita. El mundo se arremolina por ahí fuera. Se retuerce y desespera. Repta por su invernadero de plástico ceñido. Ahoga sus orificios sobre la superficie tapada con su segunda piel que le hace sudar.
Hace tantísimo ruido....
Hijos de puta.
Hijos de la grandísima puta.
Malditos hijos de la grandísima puta.
¿Qué coño están haciendo? ¿Porquédemoniosnoseestánquietos?estánprovocándomedolordebarriga.
Han metido la realidad en mi estómago y se retuerce contra mí. Está en mi cabeza y achucha las paredes de mi cráneo hacia afuera. Grito.
- ¡¿Qué cojones estáis haciendo?!
Parece que ya hay silencio. Escucho a alguien llorar.
Que se joda.
Que se joda y bien. Joder. Todo iba perfectamente. Hasta que llegó quienquieraquefuese.
A lo mejor necesita algo.
A lo mejor tiene algún problema.
Probablemente su llanto sea culpa mía. Sus lágrimas delatoras. Me incorporo despacio. Me siento. Trato de escuchar en silencio.
Sí.
Hay alguien ahí. Alguien está al otro lado de la puerta. Alguien llora al otro lado de la puerta. Chitón. Es otra vez ella. Esa puta. Resoplo mientras me vuelto a tirar al colchón. Joder.
La luz entra de golpe a través de los tablones, invadiendo mi intimidad. Las paredes grises, marrones. El mal olor de excrementos y meados. Otra vez. ¿Dónde está mi medicina?
Busco.
Sigo buscando. Me incrementa el pulso. Una sensación, como de algo podrido en mi diafragma, como un peso que me empuja hacia el suelo comienza a aparecer. Mi cabeza está ligera, los ojos abiertos, las orejas focalizadas en la búsqueda. Hay una alteración en el llanto.
Algo la ha hecho reirse. A lo mejor no. Sí, algo la ha hecho reirse. Sehareído.
SEHAREÍDOSEHAREÍDOSEHAREÍDO. HIPERVENTILO.
Me siento de culo en mitad de la habitación. Sobre los tablones mugrientos, sobre los clavos oxidados. Mirando a las ratas a los ojos. Mirando a los pocos objetos que tengo. Putaputaputaputa ...
Lo va a pagar caro.
Abro la puerta. Deprisa. Raudo. Allí está. Tiene los ojos mojados.
Marrones. Cruzados por la luz. Iluminados como una cara después de un puñetazo. Contraída la expresión. Congestionadas las vías respiratorias.
Me mira.
No hay dolor.
Me abraza. Hay algo cálido recorriendo mi interior. Una salamandra de fuego recorriendo mis tripas.
Me besa los hombros. Llueve fuera. La luz ha bajado progresivamente. La habitación parece azul y menos sucia.
De la mano me coge. Pasillo. Cocina.
Encimera. Frigorífico. Leche. Alguien me está hablando.
¿De dónde viene esta sensación tan agradable?
Cierro los ojos. Comienzo a escuchar los ruidos de la comida preparándose. El olor afilado y grueso del chocolate vertiéndose en una taza. Los cubiertos chocando contra un plato.
Los cubiertos chocan uno con el otro. Brillante sonido. El agua cae sobre los coches fuera. Es un sonido repetitivo.
El sonido se repite. Se sigue repitiendo. Sigue repitiéndose. El sonido.
Algo se mueve dentro de mi interior. Gusanos. Lo cotidiano otra vez entrando dentro de mí. Trato de reprimirlo. Ella está haciendo un gran esfuerzo. La comida está ahí. No necesitas otra dosis.
No necesitas otra dosis. No necesitas otra dosis... NONECESITAS NONECESITASNONECESITAS.
Rayo. Segundos. Trueno.
Cae. Al suelo. La sangre le sale a borbotones del cuello. Un charco pequeño. Más grande. Más y más grande.
Plata y luz en mi mano. Metal. Estalactitas dentro de mí.
La pared sube por mi espalda. El suelo sube para asentarme. Delante mía unos ojos. Parecen pedir ayuda. Los miro. Temblar. Apagarse.
Mis rodillas sobre mi barbilla.
Silencio. Silencio.
Silencio.
Silencio.
Si...