Anestesiado, dolor del alma
recorre con su lengua los dientes,
con roja precisión insaciable.
Avizores ojos amarillos
buscan con odio la presa suya.
Miedos y costumbres lanzan al
gato sobre los dedos del muro.
Bebe el triste pájaro sus últimos
momentos
de
vida.
Granate de brillo la boca llenada,
saciada ya la sed y el hambre, bosteza.
Las patas pasean el muro despacio,
en silencio rompen el aire, con dedos
de muerte cazan en el páramo urbano.
Negra la noche, lame su pelaje y
continúa su funambular camino.
El rey felino de los ladrillos acecha,
recubriendo su camino con la cola,
bailando ofídica esmeralda escondida.
Si lo toca el frío se retira suavemente
a sus aposentos escondidos debajo de
los cuerpos vivos, en la tácita oscuridad.
Si cae calina sobre su corona, reposa
danzando su cola al ritmo de negra soledad.
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