Llévame padre a la ciudad de tres mil años. ¿Por qué no quieres volver? Quiero volver a pasear sus antiguas calles, perderme entre sus múltiples torreones, vivir su vida. Quiero conocer sus mujeres, jugar con sus niños, dormir sus calles, desaparecer en sus camas.
Padre, llévame a la ciudad de los atardeceres de trigo, llévame a la ciudad del mar. Padre, llévame a conocer el mar. A conocer el mar en sus ojos, a conocer dónde las aguas se vuelven sabias antes de mirar al océano. Llévame a donde me mire el viento, donde arrastre la arena entre mi pelo y rebusque entre las conchas que quedan en la playa con la marea baja. Padre, llévame a conocer el hielo, padre, llévame a recoger conchas a la costa, a donde haya lugar para sonreír al sol estival y no del infierno.
Padre tiempo, llévame a que conozca el mar en sus ojos, padre, llévame a perder el universo en un día, llévame a buscar una misiva en una botella, llévame a conocer su pelo, su pasado, su historia y su futuro. Padre, lléveme a ver el mar.
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