lunes, 27 de mayo de 2013

Desesperación.

Si su objetivo era que se desesperase, lo había conseguido. Allí estaba esperando en la barra del bar desde hacía ya una hora. La importancia de aquella cita le había estado nublando la visión y alegrándole la semana inimaginablemente, pero ahora el retraso estaba haciendo que crujiese su cerebro y su mente se retorciese dejando caer un jugo áspero y siniestro sobre la barra.
El tic tac del reloj era incesante, las palabras del camarero salían de la boca de éste sin parar también. El movimiento de las agujas producía un himno que tronaba en sus oídos. La boca del camarero movía los pesados vocablos que caían como libros sobre su cabeza, las gotas del rocío ya se derramaban por la botella que su mano sujetaba con ansia, con tensión.
Seguía sin aparecer. Esperaba como aparición fantasmal SU llegada por la puerta, como aparición divina, como avistamiento boreal. Seguía sin aparecer.
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La rabia ya inundaba sus pulmones como un líquido oscuro y pegajoso. Su estómago se estrujaba bailando la danza macabra. Sus piernas habían decidido volatilizarse, y su corazón ya cada vez iba más rápido.
Las palabras del camarero estaban haciéndole odiar cada uno de los segundos que allí permanecía. Sin más dilación cogió su cartera, pagó su copa y se fue. 
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Minutos después ella llegó.

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