Al agrietarse los muros de la torre de marfil,
las esferas de cristal resquebrajan su diámetro,
recorriéndolas un escalofrío de color de trueno,
conteniéndo la respiración quebrando el pecho.
Al desaparecer las llamaradas que te dan calor
en estructuras de plata como un esqueleto
te cubren finas capas de hielo envueltas en seda
y del payaso que asoma su resorte eres la presa.
De repente, atruenan los fragmentos resquebrajados.
Pétalos de distancia cubiertos por un fragmento helado,
soledad en cubitos, para bebésela de un trago bajo el frío,
cuentas de ábacos difusos atraídos por la caída de un imperio.
Silencios mareados, cubiertos de nieve repleta de sangre,
chocolate disperso sobre la materiadel conocimiento.
Las aguas del río complementan los cauces de la materia.
La creación de tu propio destino viene dada por el silencio,
continuando la invasión de la imagen del espacio-tiempo,
dando a entender que se acaba este estadio cada vez más muerto.
Una llamarada, una luz cubierta en niebla muestra
un espacio de novedad y experiencias azules,
las cuentas, no importan, solamente se ve
la vivencia fuera de la torre de marfil,
fuera de la ciudad, de la cuna donde crecí.
Fuera de la poesía que normalmente germina en mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario