No se me olvida tu imagen. Mi corazón está encadenado a la piedra, colgando del vacío, y lo único
que queda es un grito vacuo y horrorizado frente a la negra muerte. Tú
eres la única que me tiene así, colgando. No me dejas caer, no
dejas que me impulse frente al vértigo, no me dejas vencer los
miedos y saltar, eres un clavo ardiendo que me tiene sujeto y nunca
cesa. Eres un martillo que no parará herrándome al suelo.
No me dejas caer. Tu imagen me tiene
atorado, se me congelan los pies en la pared y, poco a poco, sin
insistir, me va inmovilizando; algún día llegará a este corazón
que pugna por saltar y será parte de la piedra.
Ya sé que nunca me dejarás caer, tus
ojos quisieron que nos refugiáramos de la tormenta y no nos
asomásemos al abismo, yo también lo quise en su día, ya no quiero refugiarme más, eres un rayo que no cesa. No sé dónde
estás. Escribo telegramas que aflojen las cadenas, pero parecen no
darse cuenta de que estoy aquí: yo soy las cadenas y no me doy
cuenta de mí mismo, irónico.
No me dejas caer, no me dejas caer y no
me dejas... volar.
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