Del oscuro silencio de tu cuerpo me llegan las cadenas de una profunda muerte. La muerte del alma. Oscurecida tu sangre por el calor del tiempo reaparece en tus ojos el brillo de la vida, de estatua te vuelves latido, de silencio te vuelves música.
En el claro hueco de los años reapareces del olvido para llamarme en silencio. Con clarividencia reconcomes mi ya demacrada alma, como un reptil deslizas tus lazos de seda para ahogarme mientras duerma, deshaces mis fronteras con una facilidad inaudita: derrumbas mis murallas como un niño tira sus juguetes, ríes, si cabe que tu risa me rompa más.
Me deslizas al abismo, me anclas a la pared ante el vértigo. Eres trueno en la caída del silencio, eres vacío en la noche infinita, eres mi tesoro, mi cáncer mi muerte y también mi salvación.
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