Hastiado. Apagado por el peso de los años. Enclaustrado en un vacío atemporal que oprime. Embrazado por la armadura de lo que nunca se dijo, oprimido por la oscuridad ardiente en sus brazos, piernas, pecho, cabeza. En posición fetal, alumbrado por las estrellas. Con la intención de sentirse inmortal rodeado por la presión del universo infinito. Ya no le gustaba el universo, mucha oscuridad allá fuera. Mucho infinito fuera de sí mismo. Mucho por comprender, nada que explique.
En el silencio de su figura la energía no recorría su cuerpo, como muerto. Brillaba con intensidad azul su cerebro, apenas haciendo ruido, deslizando los pensamientos con un eco maligno a través de la pantalla de sus ojos. Su corazón latía rojo, pugnando por destrozar la cáscara de su cuerpo, como una nueva vida que intenta salir al nuevo mundo, a la luz, para encontrarse en medio de la oscuridad, la noche y la muerte.
El espacio llenaba cada parte de su cuerpo, su cuerpo llenaba cada parte del espacio. fuera de él no había nada. Fuera de él no había certeza, en sus límites acababa todo, presa de una profunda e insondable negrura. Abismo dentro de la frontera, abismo fuera de la frontera: abismo, delimitado por el sonido del corazón latiendo.
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