Arranca de la pared los cuadros,
distánciate del soplo de la nube,
nunca, nunca mires más a la niebla.
La tierra llora sangre gris de pavimento,
los diablos danzan al amanecer ocre.
El sonido del vómito al caer la melodía,
los cuentos de de la ciudad perdida.
El quejido en el campo discreto,
el sabor de las sábanas si tú no estás conmigo.
El ruido que silencia la marea interior.
Todo ello compone el cuadro que arrancas,
y dejas tirado en el suelo sin borrar,
cambias el vestuario, las sábanas,
el campo, la sangre, el llanto.
Pero tus pinturas ahí siguen,
tocas y tus pinturas están en tus notas,
tus pinturas en tus palabras.
El cuento de no saber borrarse a sí mismo,
la triste historia de contar segundos,
de ser lo único fijo en una esfera,
que gira tanto que no tiene forma concreta.
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