Bajo los susurros de tus ojos,
enclaustrado en tu vientre de barro,
preso en el estrado de tu diéresis
sobre el calor directo en tu piel,
en la pluma de tu pie descalzo
y en el calor del aire que espiras
subyacen los secretos de todos
los poemas que jamás escribí.
Vientos ligeros me traen sabores
de una lejana tormenta acústica
y de naranjo discretos pétalos.
Me descarnan la cara y el cielo,
y en tu ausencia dicen dibujando:
todas mis palabras salen de ti.
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