Camino sobre los fuegos de la caja
cuando descubro las rejas oxidadas
de sentir en silencio.
Me duele la ausencia de tu cuerpo en cristal,
recubriendo la tardanza de mis pasos,
y cada paso baila.
Tu mirar atento en miles de adoquines,
me duele esta lluvia que tu canción canta,
disuelta en rayos de sol.
Me duele el aire que te falta y rompe,
y me duele que en distancia no seas dueña
de las blancas alondras.
Me duelen las manos posándose breves,
un paréntesis sobre las piernas tuyas,
un cruce de caminos.
Me duele haber vendido el alma en el
canto de la moneda de nuestros labios,
separando ambas caras.
Me duele el tiempo que te falta en el suelo,
sin crónica de una mirada ni caída
a una fosa de olvido.
Me duelen, me duelen... los nombres.
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