sábado, 19 de abril de 2014

Macondo.

El día en que murió Gabriel García Marquez millones de luces se apagaron a la vez en el globo, Macondo se ahogaba en cien años de soledad. El coronel Aureliano Buendía sucumbia mientras el circo pasaba a su alrededor. El silencio y la conmoción se hicieron uno. Gabo nos había dejado. Envuelto en su traje de páginas, de rezos y belleza. La noche en que nos abandonó Don Gabriel el whisky y la cerveza sabían mejor, todo era mejor.
Al día siguiente los medios recordaron que era comunista y ya nada sabía bien. Al día siguiente se vilipendió el nombre del escritor por sus creencias políticas. Al día siguiente llegaron los 400 muertos a Macondo, pasaron los viejos tiempos en que el no moría nunca el coronel Aureliano Buendía. Al día siguiente todo se había encendido otra vez, ni un minuto de silencio se guardó por el intérprete del mundo. 
Ni un solo segundo de silencio ha hecho que esto sea un tanto diferente al asco y la inmundicia que lo cubre siempre todo. Sólo quedará el recuerdo de haber visto algún día el hielo.

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