Callan tus ventanas al viento.
Describen cuidadas cadenas
en el susurro de un momento.
Tácitas todas tus cadencias,
se estrecha y encoge así el tiempo.
Te caerán sobre las caderas,
vistiendo tu cuerpo con tiento.
Cuando el albor de la mañana
recién despereza sus dedos.
Se abrirá tu boca truncada,
formando amapolas de invierno;
de tu garganta saldrá plana
la llama que apaga tormentos
y me lo dirá con voz truhana:
“no te querrán como te quiero,
venga lluvia o venga alegría,
venga verano o venga invierno,
si cae la noche o viene el día,
lleguemos a un cielo o infierno.
Las cadenas fueron mentira,
tú y yo formamos nuestro credo.”
Y así nos desprendemos de las cadenas
que nos aprisionan muy dentro del pecho.
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