Mi cuarto todavía huele a ti,
pero ya no restalla tu risa voltaica
con la lluvia en mi pradera azul.
Mi cama sigue sin hacerse
ya que fue tu hogar, dormiste aquí junto a mí,
y amaneciste radiante.
Yo tengo tus dedos pegados
como llagas en mi pecho: me están marcando
conforme te vas más lejos
Mi corazón sigue cantando
blues, tangos y otras muchas canciones de pérdida
desde que no te ve a mi lado.
Tu imagen sigue aquí tumbada,
oliendo al arroyo claro perdido del bosque,
gruta fresca, hierba y nieve.
Mi cama se ha tornado abismo
y cabalgo por sus tormentosas llanuras,
gritando tu nombre de atardecer.
Mi cuarto, desde que te fuiste
es un cuadro de hormigón cargado de ceros,
guardado por tu olor y ensueño.
Por eso, mañana será peor,
cuando mi cuarto, ya no huela más a ti.
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