Encontré la paz en un cuarto lleno de odio
Tras correr las cortinas y bajar las persianas.
Oscura la noche que pesada avanza,
Cubriéndome el vientre de duendes,
Me despertó la consciencia adormilada.
Una luz de un candelabro, colgado de la pared,
Como una mecha casi del todo apagada,
Brillaba y brillaba con una luz casi cerrada.
Dándome lástima cogí su mecha longeva
Y me disponía a apagarla cuando lo vi,
Cientos, miles de velas esperando ser encendidas.
Despacio las fui encendiendo poco a poco.
Protegiéndolas como mi gran tesoro.
Si he de vivir en esta habitación negra,
Qué menos que me ayuden estas velas.
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