domingo, 14 de julio de 2013

El titiritero.

I
Cuando arrivó a la sala del titiritero descubrió una enorme cantidad de hilos prolongándose hacia el infinito. Incontables hilos. 
Para llegar allí había tenido que superar las dudas de la ciencia, los dogmas de la religión y comer del fruto del árbol del bien y del mal. Había tenido que pagar con su mente por la sinrazón de los hombres, y su condena al ostracismo le llevó a las puertas del mar. La música, las artes y las ciencias habían sido sus grandes compañeras en el viaje, el conocimiento sobre los humanos y su implicación como observador invisible le había llevado a contemplar a ambos relacionándose en la naturaleza, comprendiendo las leyes de ambos.
La desazón le invadió con profundidad al entrar en aquella sala llena de telarañas, olvidada de la mano del hombre y de dios, encontrando en ella un camino infinito y sobre todo, al no hallar ningún titiritero en ella. Hincó la rodilla en el suelo y agachó la cabeza, estaba solo en el camino del conocimiento, no había nada a lo que aferrarse, no había clavos ardiendo, no había abismo, no había respuesta ni árbol ni conocedor de todas las respuestas.
Solamente había hilos, que transcurrían desde infinito a infinito, atravesando con su longitud las arenas del tiempo y las circunstancias de los hombres. Creyó estar condenado a la mentira y al infierno de no saber jamás en su vida nada.

II

Años después el poeta entró en la sala, él no había olvidado a los hombres, se había aupado en ellos y los había traído consigo. Había comprendido la naturaleza y su funcionamiento, había comprendido a los hombres y sus defectos y virtudes, y todo lo que había entre medio de ellos.
El poeta se sintió maravillado por el infinito enrrejado de  hilos, por la incomprensible fuerza del universo. El poeta llegó allí y también hincó su rodilla, sintiéndose el ser más pequeño del universo, pero a la vez el más grande de él por haber llegado a comprender aquella complejidad. Y comprendió que si el mundo era infinito era porque él lo veía infinito, y si el mundo era hermoso es porque él lo veía hermoso, y lo más importante, se sintió feliz porque había infinitas verdades por ser descubiertas ante sus ojos. El viaje acababa de empezar.

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