sábado, 28 de noviembre de 2015

A tus ojos.

He mirado tus ojos desde todas las perspectivas.
Los he visto cubiertos de inexactitud por la distancia,
los he visto manteniendo dentro de ellos a dioses antiguos,
los he visto cubriéndose de hielo, sol y coñac.

He mirado tus ojos desde todas las estaciones.
Los he visto envueltos en miedo por la muerte,
los he visto sugiriendo silencios entretejidos,
los he visto empañados de tristeza y frío.

He mirado tus ojos desde los míos.
Me he visto contenido dentro de ellos,
me he visto herido y desgajado por ellos,
y me he visto sujetando la daga por ellos.

He mirado tus ojos desde el silencio de la noche y la cruz del día.
Los he visto felices, tristes, iracundos y negros.
Los he visto abiertos, delicados y acorazados.
Y no me hago a la idea de no volver a verlos.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Al mal docente.

Sopor y pesadez llenan la palestra,
runas y jeroglíficos la pizarra;
el docente, con su canto de cigarra,
planta en el alumno la idea siniestra

de atizarle, a ver si calla, con la diestra;
y que cese, por fin, de dar la tabarra
con sus ideas de trueque y chatarra,
devolviéndoles la vida que secuestra.

Un ejército de voces carraspea:
a pesar del timbre, sin cesar, prosigue
el profesor su perpetua diarrea.

¡Calle ya y con su látigo no atosigue,
déjeles sobrevivir sin cefalea,
pues no escucharán por mucho que fustigue!

lunes, 23 de noviembre de 2015

La presa

Con la presa casi desbordada,
Saltando por encima las gotas
De crudo y pesado petróleo,
Desazón, traición, derrota,
Plasmándose como cáncer
En el papel de piel rota.
¿Qué pasaría si abriese
Esas compuertas de estopa;
Y completamente me inundasen
Los campos de mi piel y mi boca?

Me asomo al filo del tiempo
Hacia la inmensidad sola.
Medio yo se ha despegado:
Para mi corazón, rocas.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

Pánico.

Cuando los caballos me golpean el pecho
desnudos como una pandilla de niños,
gritan rayando cristales anestésicos
y una niebla verde me nubla los ojos;
mil obreros me llenan de ruido denso,
sin parar, levantan muros a mi lado.

Un guante negro de acero me presiona,
empuja fuerte mi estómago hacia arriba,
duerme entre mis costillas como una piedra
y gruñe cada vez que el aire entra en mí.

Cuando el polvo despega sobre mi espalda,
sombras de vacío me crecen en el cuello,
se me oxida la lenta respiración
y se me llena la rápida de escombros.

Cuando mi cabeza se volatiliza,
venas y brazos se llenan de burbujas,
mi cuerpo necesita desaparecer
y los hombros necesitan crecerse alas.

Cuando todo eso pasa,

hasta tú pareces fundirte en la escena,
difuminarte en la pantalla descalza,
ser sólo una sombra desnuda en la luna,
y venir otra vez con la voz partida,
cantándome con esta voz que no es tuya,
arañándome con los dedos ajenos,
expulsándome del Edén de marfil,

hasta que domo las bestias y vuelves a mí.