martes, 4 de marzo de 2014

Ruta 66

Ante mí se abría interminable cada palmo incesante de carretera. Una brisa suave se deslizaba a través de mis cabellos conforme iba avanzando subido en mi viejo coche deportivo. Arreciaba el polvo y descontrolaba todo alrededor mía.

Caution: objects in the mirror may be closer than they seem to.

La indicación en el espejo retrovisor aclamaba a la precaución, pero la velocidad alcanzaba tal temperatura de vértigo que el sabor del peligro se me escapaba de golpe por las venas. Las nubes tomaban formas inconexas en el cielo y el brillo de algún ente astral se deslizaba a través de ellas como si de un fantasmagórico foco se tratase. Sin embargo, era clara, clarísima. Permitía ver el camino y, ante la amplitud de miras, ver que no hay una conexión entre viaje y destino, siendo tal la evidencia que el corazón se deshace por sí mismo.
La música salía del radiocasette, saltando a la carretera en corcheas suicidas, en síncopas de altura y derrape. No llegaba viva a mis oídos sino con el huracán de su desaparición. Miré al asiento del conductor justo a mi lado. Estaba vacío. Ya iba siendo hora de llenarlo.
La vi venir en el espejo retrovisor. Parecía estar más lejos de lo que en realidad estaba.

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