lunes, 20 de abril de 2015

Un rayo.

Hace un tiempo, solía pensar que me iba a convertir en un superhéroe. Que iba a recorrer las esquinas de esta ciudad acechando ladrones.
No sé por qué he entrado en este pensamiento. Los bucles a los que me voy derivando tras traspasar la frontera de la psicodelia.
La habitación desordenada. Alguna especie de neblina flota             sobre el suelo.
                                      

No hay dolor.
Un colchón gris, con manchas evoca los momentos en los que crucé la línea y me despegué de todo.
Un ruido lejano, como el humo de un barco resuena a lo lejos, envuelto en los suburbios de un eco.

Mi mente divaga.               En círculos.           A veces avanza en línea recta sobre una autopista de colores.                         La luz que se filtra sobre los tablones de las ventanas entra como un rocío de plasma.          Un cenicero volcado sobre los haces solares deja las partículas de polvo flotando alrededor.

El ruido.
¿Qué demonios?

La realidad ha vuelto de golpe. Alguien grita. El mundo se arremolina por ahí fuera. Se retuerce y desespera. Repta por su invernadero de plástico ceñido. Ahoga sus orificios sobre la superficie tapada con su segunda piel que le hace sudar. 
Hace tantísimo ruido....
Hijos de puta.
Hijos de la grandísima puta.
Malditos hijos de la grandísima puta. 
¿Qué coño están haciendo? ¿Porquédemoniosnoseestánquietos?estánprovocándomedolordebarriga.
Han metido la realidad en mi estómago y se retuerce contra mí. Está en mi cabeza y achucha las paredes de mi cráneo hacia afuera.                Grito.

- ¡¿Qué cojones estáis haciendo?!

Parece que ya hay silencio. Escucho a alguien llorar. 




 Que se joda.


Que se joda y bien. Joder. Todo iba perfectamente. Hasta que llegó quienquieraquefuese. 
A lo mejor necesita algo.
A lo mejor tiene algún problema.
Probablemente su llanto sea culpa mía. Sus lágrimas delatoras. Me incorporo despacio. Me siento. Trato de escuchar en silencio.
Sí.
Hay alguien ahí. Alguien está al otro lado de la puerta. Alguien llora al otro lado de la puerta. Chitón. Es otra vez ella. Esa puta. Resoplo mientras me vuelto a tirar al colchón. Joder.
La luz entra de golpe a través de los tablones, invadiendo mi intimidad. Las paredes grises, marrones. El mal olor de excrementos y meados. Otra vez. ¿Dónde está mi medicina?
Busco. 
Sigo buscando. Me incrementa el pulso. Una sensación, como de algo podrido en mi diafragma, como un peso que me empuja hacia el suelo comienza a aparecer. Mi cabeza está ligera, los ojos abiertos, las orejas focalizadas en la búsqueda. Hay una alteración en el llanto.
Algo la ha hecho reirse. A lo mejor no. Sí, algo la ha hecho reirse. Sehareído.
SEHAREÍDOSEHAREÍDOSEHAREÍDO. HIPERVENTILO.

Me siento de culo en mitad de la habitación. Sobre los tablones mugrientos, sobre los clavos oxidados. Mirando a las ratas a los ojos. Mirando a los pocos objetos que tengo. Putaputaputaputa ...
Lo va a pagar caro.
Abro la puerta. Deprisa. Raudo.                          Allí está.                          Tiene los ojos mojados.
Marrones. Cruzados por la luz. Iluminados como una cara después de un puñetazo. Contraída la expresión. Congestionadas las vías respiratorias.
Me mira.
No hay dolor.
Me abraza. Hay algo cálido recorriendo mi interior. Una salamandra de fuego recorriendo mis tripas.
Me besa los hombros. Llueve fuera. La luz ha bajado progresivamente. La habitación parece azul y menos sucia.
De la mano me coge. Pasillo. Cocina.
Encimera. Frigorífico. Leche. Alguien me está hablando.
¿De dónde viene esta sensación tan agradable?
Cierro los ojos. Comienzo a escuchar los ruidos de la comida preparándose. El olor afilado y grueso del chocolate vertiéndose en una taza. Los cubiertos chocando contra un plato.
Los cubiertos chocan uno con el otro. Brillante sonido. El agua cae sobre los coches fuera. Es un sonido repetitivo.
El sonido se repite. Se sigue repitiendo. Sigue repitiéndose. El sonido.
Algo se mueve dentro de mi interior. Gusanos. Lo cotidiano otra vez entrando dentro de mí. Trato de reprimirlo. Ella está haciendo un gran esfuerzo. La comida está ahí. No necesitas otra dosis.
No necesitas otra dosis. No necesitas otra dosis... NONECESITAS NONECESITASNONECESITAS.
Rayo. Segundos. Trueno.
Cae. Al suelo. La sangre le sale a borbotones del cuello. Un charco pequeño. Más grande. Más y más grande.
Plata y luz en mi mano. Metal. Estalactitas dentro de mí.
La pared sube por mi espalda. El suelo sube para asentarme. Delante mía unos ojos. Parecen pedir ayuda. Los miro. Temblar. Apagarse.
Mis rodillas sobre mi barbilla.
Silencio. Silencio.
Silencio.
Silencio.
Si...

martes, 31 de marzo de 2015

ZIP.

Desde que mis ojos han emergido a la superficie,
libres del telón de acero, de la catarata de polvo,
he descubierto un prisma terrible e irritante.
Internet es un valle feliz sobre servidores de barro,
Community Managers que gritan dos puntos
y paréntesis sonrientes que humanizan el monstruo;
jóvenes desnudos, enciclopedistas de la ignorancia,
letrados que describen las hemorragias de la cotidianiedad;
préstamos de atención momentánea a parpadeos idiotas;
ciervos calvos enseñando los colmillos desde rincones oscuros;
las losas enseñan a los políticos con sus dentaduras,
los ojos se vuelven pozos sin estrellas reflejadas,
los lunares son espinas, las sonrisas grietas.
Las letras se curvan con las marionetas de los mercados,
manos invisibles que aprietan los incidentes,
diciembres subiendo los precios a los requisitos
para tener una vida que no se vierta desde la urna al viento,
como la ceniza de los libros que reposan fuera del valle.
Glaciares inamovibles atacados por trogloditas,
llamas que derriten la inteligencia con axiomas infinitos,
dogmas repetidos conceptualizando la VERDAD.
Se aprende fordísticamente, los trenes gritan en las autopistas,
los raíles se quedan marcados de forma eterna en las muñecas
cuando no se puede salir de una repulsión discernida en viñetas.

E Internet ha llegado a mis canciones y mis letras,
nunca me parecieron dignas de escribirse en cuadernillos,
pero me parecieron mejores que las de aquellos que quisieron
soplar en fuelles con sus poemas, convertirlos en medios y no fin.
Y yo no puedo seguir escribiendo, desgajando mi alma,
enseñando mis interiores en donde el exhibicionismo es total,
donde hay que sentir pálpitos para amar con corrección,
donde la ortodoxia es la dictadura de la heterodoxia,
donde las drogas y el alcohol son los pasos necesarios,
donde los sombreros esconden un agujero en el cerebro,
las barbas un rostro descarnado y sin dientes,
los ojos y las tetas un yo antipoético, un yo comercial,
las gafas un infierno que quema los versos como bebe cervezas.
Donde bardos, mancos, bohemios, jugadores, bebedores, mudos
y en general todos los que siempre han escrito (los seres humanos)
sufren el drama de ser constelaciones, de ser brumas verdes en el cielo,
luces septentrionales y lunas brillantes,
en un tiempo donde los sabios
se aplauden constantemente los dedos autoseñalándose.
Por eso abandonare las dialeces en las cribas,
dispersaré mis discréditos en las peñas y sonfriré los chorros
de aceros y viviencia en la columbia de mi espalda.
Y oraré en las atalayas y las moscas,
desdiciéndo las contrarias de las arribletas.
Y volveré en cuántico mi manos discrepen con mi palpitador
cuando sepa volver a escribir.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Come Rain or Come Shine.

Callan tus ventanas al viento.
Describen cuidadas cadenas
en el susurro de un momento.
Tácitas todas tus cadencias,
se estrecha y encoge así el tiempo.
Te caerán sobre las caderas,
vistiendo tu cuerpo con tiento.

Cuando el albor de la mañana
recién despereza sus dedos.
Se abrirá tu boca truncada,
formando amapolas de invierno;
de tu garganta saldrá plana
la llama que apaga tormentos
y me lo dirá con voz truhana:

“no te querrán como te quiero,
venga lluvia o venga alegría,
venga verano o venga invierno,
si cae la noche o viene el día,
lleguemos a un cielo o infierno.
Las cadenas fueron mentira,
tú y yo formamos nuestro credo.”

Y así nos desprendemos de las cadenas
que nos aprisionan muy dentro del pecho.

domingo, 8 de marzo de 2015

Sin tu olor.

Mi cuarto todavía huele a ti,
pero ya no restalla tu risa voltaica
con la lluvia en mi pradera azul.

Mi cama sigue sin hacerse
ya que fue tu hogar, dormiste aquí junto a mí,
y amaneciste radiante.

Yo tengo tus dedos pegados
como llagas en mi pecho: me están marcando
conforme te vas más lejos

Mi corazón sigue cantando
blues, tangos y otras muchas canciones de pérdida
desde que no te ve a mi lado.

Tu imagen sigue aquí tumbada,
oliendo al arroyo claro perdido del bosque,
gruta fresca, hierba y nieve.

Mi cama se ha tornado abismo
y cabalgo por sus tormentosas llanuras,
gritando tu nombre de atardecer.

Mi cuarto, desde que te fuiste
es un cuadro de hormigón cargado de ceros,
guardado por tu olor y ensueño.

Por eso, mañana será peor,
cuando mi cuarto, ya no huela más a ti.

miércoles, 7 de enero de 2015

Camarote.

Duermo. Y fuera atruena el viento con sus dedos rozando la tierra. Lanzando como látigos sus aullidos contra los muros del enorme edificio en el que mis pensamientos se velan. Las olas de hierba, enanas vibraciones entre hojas verdes, parece que muevan el edificio entero, como un barco al dominio y merced de los elementos que le rodean. Entre duermevela y realidad, los ojos atisban a captar alguna imagen, el cielo gris, los mares moviéndose, la lluvia cayendo a borbotones por el paisaje. Todo sugiere para comenzar a soñar durante veinte minutos más mientras el sol comienza alzar su luz por detrás de las nubes, abrazando el manto de nubes y proyecto su brillante sombra sobre el terreno.
En mi camarote, desde la cama contemplo los grandes ventanales, observo el viento y lo siento, cómo se mueve y danza, cómo viene en oleadas hacia mí, cómo golpea el edificio, veo su color verde grisáceo arrastrando bocanadas de polvo, de palabras. Cómo pesa en mi y me impide levantarme de la cama, aplastando mis huesos contra las sábanas cada vez que silba con su boca diametralmente grave sobre mis oídos, como una prensa de relajación, como una voz clamando que cierre mis ojos despacio y me concentre en mí mismo.
El viento me lleva hasta un lugar usualmente conocido, a un día en concreto de mi pasado. Recuerdo el olor de lavanda, las manos de mi madre pasando por encima de las plantas e invitándonos a oler. Recuerdo el olor, como una espuma azul adentrándose en mi cabeza. Las murallas de montaña a lo lejos, cubiertas por la marea de nubes entre gris y azul oscuro que amenazaban con lanzar la más suave tormenta sobre los campos de plantas azules, amarillas y verdes. Y observo al pie de los parapetos abulenses cómo se cierne el manto de agua sobre nuestras cabezas.
Me transporta después hasta las orillas de los lagos del Paraguay. Solo igualmente, sin sonidos a mi alrededor, ni el agua chocando contra las playas. Lo único que me llega es el azul del cielo y el agua, y el sol apareciendo entre las nubes, lanzando reflejos a diestra y siniestra, colándose hacia la superficie como si la pupila celeste se tratase de un folio agujereado bajo la luz de la lámpara.
Y ya no duermo, despertando en mi camarote, levantándome y dejando atrás el calor de la cama. Desapareciendo por la puerta, para no escuchar, entre luces artificiales, amarillas y blancas, cómo las olas se estrellan sobre mi camarote, para perder el sueño buscando blancos ballenatos entre lluvia, bicicletas y cotidianeidad.

viernes, 12 de diciembre de 2014

In Flanders Fields- John McCrae

In Flanders fields the poppies blow
Between the crosses, row on row,
That mark our place; and in the sky
The larks, still bravely singing, fly
Scarce heard amid the guns below.

We are the Dead. Short days ago
We lived, felt dawn, saw sunset glow,
Loved and were loved, and now we lie
In Flanders fields.

Take up our quarrel with the foe:
To you from failing hands we throw
The torch; be yours to hold it high.
If ye break faith with us who die
We shall not sleep, though poppies grow
In Flanders fields.

In Flanders Fields- John McCrae versión para escuchar.
Si pinchas en el enlace podrás escuchar cómo recito el poema.

lunes, 8 de diciembre de 2014

A los pseudopoetas.

No me gusta la poesía. No.
La que hacemos encriptada en palabras isla.
Y no me gustan los poetas.
Aprendices de Bukowskwi que ahogan
sus pájaros azules en tragos de alquitrán
o que los ocultan tras montañas de silicona.
Que desnudan sus cuerpos para ocultar sus almas.
"Esclavos de
la tecla INTRO
que presionan con
dramatismo
cada vez que les viene en gana."
Narradores de voz desesperada, cuentacuentos,
fuentes de tristeza y vidas pasadas,
mirando siempre a la luna, tratando de ser gatos.
Imitando los versos de los últimos
cincuenta años.
Que comparten, como si de Sabina se tratara,
versos de humo entre rasgueos de guitarra
con voces desgarradas y monótonas.
Huyendo de metáforas, hipérboles
y demás parrafadas.
Poesía en ciento cuarenta caracteres,
amantes de Coelho, Moccia, el amor
y cualquier Bram Stocker moderno.
¡Esclavos de la poesía sin verso!
no queriendo llamarme profesional,
ni poeta, ni maestro,
solamente quisiera que escuchéis
mi consejo,
antes de arder en los entresijos
de una generación perdida,
y en laberintos de símbolos odiosos,
leed a todo aquél que estuvo perdido,
que encerró a sus pájaros azules,
(que son más de los que pensáis)
¡atreveos a amar los versos!
y así podréis sacar la fuerza para escribir
algo digno de colgar en el firmamento.

A los pseudopoetas