sábado, 5 de octubre de 2013

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Las heridas duelen como el fuego.
El saberse herido e hiriente,
lanceado y lanceador, caníbal y comido.
La realidad alcanza las cotas de pesadilla,
la soledad se afronta sin diablos debajo de la cama
los cuentos no se escriben
con un corazón podrido por dentro.
El orgullo atesora los más ocultos secretos
los que hacen las heridas,
esos que tienen aristas de diamante.
¿Cuándo te metes la música por jeringuilla
y cantas para que se vaya el blues?
¿Cuándo echaste de ti mismo a tus allegados?
¿Cuándo se convirtió en un callo
rugoso,
pastoso,
vacío,
tu talento para el silencio?
¿Cuándo se callaron tus estrellas
y todo lo que pensaste estaba equivocado?
¿Cuándo andar se convirtió en un camino de espinas?

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