sábado, 12 de marzo de 2016

El dolor es mi pastor, nada me falta


Reza para cuando lleguen las plagas, hijo mío, reza para no perderte sólo por las veredas del Nilo cuando llueva sangre y caiga la oscuridad sobre nosotros. Hijo mío, reza, que sólo así podrás no ser engullido por los ojos de las tinieblas. Reza cuando andes por los barros, hijo mío, cuando cada paso sea una tortura, reza cuando la arena no te deje ver el camino, cuando la cólera de Dios aguarde en los bastidores de las dunas. Reza hijo mío, por no quedarte sólo, porque tus dioses te han abandonado.
Yo rezaré para que no sucumbas a las tentaciones frente al escorpión, para que no mires ansioso su aguijón entre tanta tormenta. Para que no te lleven cuando vengan a por el primogénito. Cubriré nuestras puertas con sangre de cordero y pediré a las nubes negras que se abran despacio para enseñarnos una pequeña luz azulada, para enseñarte a que sigas rezando. Para que aprendas que rezar no sirve de nada, y que solamente tu pie te sacará del pozo. Que solamente tú, con mi ayuda, puedes esquivar a los dioses y las plagas.

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