sábado, 16 de febrero de 2013

Prometeo


No se me olvida tu imagen. Mi corazón está encadenado a la piedra, colgando del vacío, y lo único que queda es un grito vacuo y horrorizado frente a la negra muerte. Tú eres la única que me tiene así, colgando. No me dejas caer, no dejas que me impulse frente al vértigo, no me dejas vencer los miedos y saltar, eres un clavo ardiendo que me tiene sujeto y nunca cesa. Eres un martillo que no parará herrándome al suelo.
No me dejas caer. Tu imagen me tiene atorado, se me congelan los pies en la pared y, poco a poco, sin insistir, me va inmovilizando; algún día llegará a este corazón que pugna por saltar y será parte de la piedra.

Ya sé que nunca me dejarás caer, tus ojos quisieron que nos refugiáramos de la tormenta y no nos asomásemos al abismo, yo también lo quise en su día, ya no quiero refugiarme más, eres un rayo que no cesa. No sé dónde estás. Escribo telegramas que aflojen las cadenas, pero parecen no darse cuenta de que estoy aquí: yo soy las cadenas y no me doy cuenta de mí mismo, irónico.

No me dejas caer, no me dejas caer y no me dejas... volar.

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