martes, 19 de marzo de 2013

El trono.

Surgió de un beso el trono. Soberbio se sentaba el rey sobre sus posaderas, notaba el tacto de la fría madera del asiento rozando sus dedos. Con el silencio de los años se iban arrugando los dedos e iban apretándose contra los reposabrazos, crispándose en un abrazo invisible, agrietando el símbolo de su poder.
La serpiente apareció del vacío. Se irguió como llamada por una música extraña y miró al rey consumirse en su poder. Observó cómo este permanecía inmóvil ante el veneno que le por dentro y que emanaba del trono. Mujeres cientas podría tener el rey, dinero mil podría poseer, pero callaba y se aferraba a la cátedra. La cátedra se movía, bailaba, era difusa, a veces dorada, a veces podrida, a veces viva, a veces silenciosa.

El rey murió, el rey se deshizo en polvo, miro al cielo y, aunque no desapareció se convirtió en una capa de polvo que atesoró en silencio la silla. Había un nuevo rey en la silla, ya no había serpiente. Un amanecer dorado, un domingo rojo, una noche de cristales, un juego de pelota, se coreó el nombre de la libertad, el nuevo rey el primero. 

Apenas se hubo sentado en el trono, una serpiente se desilzó sobre su oído y comenzó a susurrar.

2 comentarios:

  1. Por que me rcuerda al cónclave y al nuevo papa? Excelente trabajo hermano

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  2. Es simbólico, con todo tipo de poder, pero puede ser aplicable, gracias por leer, Mimo.

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