martes, 12 de marzo de 2013

Ayuno.

Creo que puedo ayunar esta mañana,

y hago, como hacen todos los ladrillos

en las cárceles, un poco de ruido,

ladro al carcelero que ya no se asusta,

y me estrello otra vez contra los barrotes.

Y por mucho que me queje, ya he ayunado,

acarreo el hambre y me arrastro,

como los perros, como las ratas.

Porque ya he ayunado pasean tranquilos los gigantes,

y pisotean otros gigantes más pequeños.

Nosotros paseamos tranquilos, en silencio,

cegados por las máscaras de gas,

viviendo la guerra absoluta
noviolenta.

Todo esto pasa porque ayuno,

ayuno por la incomprensión de los números,

la culpabilidad me mira desde el plato,

el infierno se abre a la hora de comer,

y por eso ayuno.

Quienes se salen del muro lo golpean,

hacen eco en la espesura,

les caen encima los ladrillos más altos,

y por eso,
 
por miedo,

ayunamos.

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